jueves, 24 de septiembre de 2009

Prefacio al conflicto del campo


¿Conoceís al profesor,
Al profesor,
Al profesor?

¡Alto, alto, alto! Asustado por aquella Forma Humana tan chatamente banal y banalmente chata, me eché sobre mis textos para ocultarlos; pero él se sentó, en vista de lo cual yo también tuve que sentarme; y, después de sentarse, me ofreció su pésame muy sentido por la muerte de una tía fallecida hace tiempo, y de la cual ya me había olvidado por completo.

-El recuerdo de los muertos -dijo Pimko- constituye un Arco de Hermandad entre los años pasados y los venideros, cual el canto popular (Mickiewicz). Vivimos la vida de los muertos (A. Comte). Su tía ha muerto y por esta razón se puede, y aun se debe, dedicarle unos pensamientos cultos y conceptos nobles. La difunta tenía sus defectos (aquí los enumeró) mas tenía también sus cualidades (las enumeró) provechosas para la sociedad, así que a lo sumo el libro no es malo, es decir más bien se merece una buena calificación, pues, definitivvamente y en dos palabras, la difunta constituía un factor positivo, el juicio sumario resulta favorable y considero un agradable deber decirlo a Ud. yo, Pimko guardián de los valores culturales a los cuales sin duda pertenece también la tía, en vista, sobre todo, de que ha muerto. Y además -añadió con indulgencia- " de mortuis nihil nisi bene", aunque se podría objetar esto y aquello, ¿para qué desanimar a un jóven autor, perdón, un sobrino? ¡Pero ¿qué veo?! -exclamó percibiendo mis borradores sobre la mesa-. Así que no sólo sobrino sino también autor. Noto que probamos suerte con las Musas. ¡Ta, ta, ta, autor! En seguida opinaré, aconsejaré, animaré... -y, sentado, atrajo los papeles por encima de la mesa, al mismo tiempo se puso los anteojos... y permaneció sentado.

-No... -balbuceé, sentado. De súbito el mundo se quebró. La tía y el autor se/me confundieron por completo.

-Bueno, bueno... -dijo-. Ta, ta, gallinita.

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