viernes, 16 de octubre de 2009

Aparecer y desaparecer

Repecto a una primera fase de la evolución histórica de la alienación, que se puede caracterizar como una degradación del "ser" en "tener", el espectáculo consiste en una ulterior degradación del "tener" en "parecer"

Sociedad del espectáculo (Guy Deboard)

Un poema sin ojos no

Algún perro
puede o sabe
sólo
cruzar la calle

sábado, 10 de octubre de 2009

Finde de los muchachos adolescentes y el epílogo sobre el conflicto del camp

¿Qué más se puede decir? Sifón murió. Violado a través de las orejas, no pudo volver a sí mismo, no pudo de ninguna manera eliminar lo que le fué inyectado por vía orejal. En vano se esforzaba -y durante horas enteras trataba de olvidar las palabras iniciadoras que tuvo que oír en contra de su voluntad. Le invadió una profunda aversión hacia su tipo malogrado y andaba con un disgusto interno, cada vez más pálido, padecía de un hipo incesante, escupía, escupía, escupía, se atragantaba, jadeaba, tosía y, por fin, sintiéndose indigno, se quedó colgado una tarde de una percha. Lo que provocó una enorme sensación; hasta en la prensa aparecieron noticias. Pero Polilla no sacó de eso ningún provecho, la muerte de Sifón no mejoró en nada el estado de su facha. Sifón murió y ¿qué hay con eso? Las muecas que hizo durante el duelo se le pegaron a la cara -no es tan fácil terminar con las muecas, la cara una vez desencajada ya no vuelve en sí, no es de goma. Seguía, así, andando con una facha tan antipática que aun Blogger y Flogger, sus amigos, lo eludían como podían. Y cuanto más se volvía grotesco tanto más, claro está, por el campo suspiraba; y cuanto más suspiraba tanto más, claro está, la facha se volvía grotesca. Nos juntó la miseria: El Camp y la Facha Desencajada.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Prefacio al conflicto del campo


¿Conoceís al profesor,
Al profesor,
Al profesor?

¡Alto, alto, alto! Asustado por aquella Forma Humana tan chatamente banal y banalmente chata, me eché sobre mis textos para ocultarlos; pero él se sentó, en vista de lo cual yo también tuve que sentarme; y, después de sentarse, me ofreció su pésame muy sentido por la muerte de una tía fallecida hace tiempo, y de la cual ya me había olvidado por completo.

-El recuerdo de los muertos -dijo Pimko- constituye un Arco de Hermandad entre los años pasados y los venideros, cual el canto popular (Mickiewicz). Vivimos la vida de los muertos (A. Comte). Su tía ha muerto y por esta razón se puede, y aun se debe, dedicarle unos pensamientos cultos y conceptos nobles. La difunta tenía sus defectos (aquí los enumeró) mas tenía también sus cualidades (las enumeró) provechosas para la sociedad, así que a lo sumo el libro no es malo, es decir más bien se merece una buena calificación, pues, definitivvamente y en dos palabras, la difunta constituía un factor positivo, el juicio sumario resulta favorable y considero un agradable deber decirlo a Ud. yo, Pimko guardián de los valores culturales a los cuales sin duda pertenece también la tía, en vista, sobre todo, de que ha muerto. Y además -añadió con indulgencia- " de mortuis nihil nisi bene", aunque se podría objetar esto y aquello, ¿para qué desanimar a un jóven autor, perdón, un sobrino? ¡Pero ¿qué veo?! -exclamó percibiendo mis borradores sobre la mesa-. Así que no sólo sobrino sino también autor. Noto que probamos suerte con las Musas. ¡Ta, ta, ta, autor! En seguida opinaré, aconsejaré, animaré... -y, sentado, atrajo los papeles por encima de la mesa, al mismo tiempo se puso los anteojos... y permaneció sentado.

-No... -balbuceé, sentado. De súbito el mundo se quebró. La tía y el autor se/me confundieron por completo.

-Bueno, bueno... -dijo-. Ta, ta, gallinita.

domingo, 20 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

El conflicto del campo y los muchachos adolescentes

   # 1

-¿Qué hay?- Saltó Polilla, atrapado. Conejo profirió-: ¡Huá, huá, huá! y Sifón exclamó: ¡Te felicito! Por fin sabemos que se oculta en ti. ¡Te hemos atrapado! ¡Sueñas con el peón! ¡Quisieras sobre el pasto galopar con el peón! ¡Finges ser un muchachón brutal y cínico, pero en el fondo eres nada más que un sentimental soñador peonal!

Blogger rugió con toda la vulgaridad que pudo: ¡Cierra la boca! ¡La M…! ¡La P…! Igual ya era tarde. Ya ni los más atroces insultos podían salvar a Polilla atrapado inflagrante de sueños íntimos. Se ruborizó hasta inflamarse y Sifón añadió, triunfante.

-¿Han visto qué hermosa mueca hacía?

Sus labios se entreabrieron en una amarga y extraña sonrisa, su cuerpo se volvió más flexible y ágil, en el cuello y en los hombros apareció algo como esclavitud… Era ahora un muchacho escolar, hambriento de libertad peonal – y ya abiertamente, sin restricción alguna, me lució los dientes. Retrocedí un paso. Mi situación era terrible. ¿Tenía que lucirlos yo también? Si no los luzco será capaz de estallar de nuevo en maldiciones, pero, si los luzco… ¿no será aún peor, no sería esa confidencial hermosura que me proponía en esos momentos más grotesca todavía que su fealdad anterior? ¡Al diablo! ¿Para qué le habría tentado con aquel peón? Al fin no los lucí, sino que compuse los labios y silbé… y así estábamos parados, uno frente al otro, luciendo los dientes y silbando o riendo silenciosamente, y el mundo parecía quebrantarse sobre la base del muchacho que luce y huye, cuando de repente un rugido sarcástico estalló a dos pasos de nosotros, ¡de todas partes! Retrocedí un paso. Sifón y Conejo, con un montón de otros, se agarraban sus vientres inocentes, carcajeando y rugiendo, con rostros despectivos y maliciosos.

-¿Qué hay? – Saltó Polilla, atrapado. Conejo profirió-: ¡Huá, huá, huá! y Sifón exclamó: ¡Te felicito Polilla, te felicito! Por fin sabemos que se oculta en ti. ¡Te hemos atrapado! ¡Sueñas con el peón! ¡Quisieras sobre el pasto galopar con el peón! ¡Finges ser un muchachón brutal y cínico, pero en el fondo eres nada más que un sentimental soñador peonal!

Blogger rugió: ¡Cierra la boca! ¡La M…! ¡La P…! Mas ya era tarde. Sifón añadió, triunfante.

-¿Han visto qué hermosa mueca hacía?

Parecía que Polilla iba a echarse sobre Sifón – pero no se echó. Parecía que le aniquilaría con un insulto supervulgar - ¡pero ni lo aniquiló! Atrapado inflagrante no pudo, y se escuchó una fría, mordaz amabilidad. – Ah, Sifón – inquirió con aparente dejadez para ganar tiempo – ah, entonces tú crees que yo hago muecas. ¿y vos no las hacés?

- ¿Yo?- repuso Sifón.- Yo no.

- ¿No? ¿Por qué entonces no me mirás un poco de frente? Quisiera, si esto no te molestara, verte cara a cara, así… directamente.

- ¿Por qué?- preguntó algo inquieto y sacó un pañuelo; pero Polilla de repente se lo arrebató de las manos ¡echándolo por tierra!- ¿Por qué? ¡Porque no puedo aguantar más ese rostro tuyo! ¡No puedo aguantarlo, digo! Dejá de tener ese rostro, déjalo, por favor, porque si no, te mostraré un rostro tan terrible que verás… verás… ya te mostraré… te mostraré.

- ¿Qué me mostrarás?- preguntó.- Pero ya Polilla gritaba como afiebrado: ¡Mostraré! ¡Mostraré! ¡Muéstrame y yo te mostraré también! Basta ya de hablar, vamos, muéstrame aquel adolescente tuyo en vez de gastarte la boca y yo también te mostraré lo mío: ¡veremos quién aguantará más! ¡Muestra! ¡Muestra! Basta ya de frases, basta de esas delicadas, discretas muequitas, de ésas que uno oculta delante de sí mismo -diablos diablos- te desafío a grandes, verdaderos muecones, muecones de toda facha; ¡y verás entonces, verás lo que te mostraré! ¡Basta de hablar! ¡Muéstrame y yo también te mostraré!

¡Qué locura! ¡Polilla desafiaba a Sifón a hacer muecas! Todos se callaron y le miraban como si estuviera chiflado mientras Sifón se preparaba a una contestación sarcástica. Pero el rostro de Polilla expresaba una rabia tan furiosa que pronto aquél percibió todo el terrible significado del desafío. ¡Muecas! ¡Muecas – aquella arma y a la vez fortuna! Ahora la lucha sería hasta lo último. Algunos se atemorizaron, viendo a Polilla sacar a la luz del día aquel temible instrumento que hasta entonces nadie se atrevía a usar sino con el mayor cuidado y a hurtadillas. ¿Cómo? Polilla se propone hacer en público lo que ellos se permitían únicamente a solas con el espejo, a puertas cerradas cuando nadie los veía. Y yo retrocedí un paso, pues comprendí, que, enfurecido, quería envilecer con sus muecas no sólo a Sifón ¡sino a los peones, a los muchachos, a sí mismo, a mí y a todo el campo!


#2

Sifón estaba sentado sobre su adolescente, resentido y erizado tal una gallina sobre sus huevos – era evidente que a pesar de todo se había atemorizado algo y prefería retroceder. Pero Conejo en seguida apreció las enormes ventajas que tenía Sifón gracias a sus alto ideales y conceptos nobles. ¡LE TENEMOS!-soplaba al oído de Sifón excitándole.- ¡No te asustes, piensa en tus principios! Teniendo principios podés en nombre de ellos fabricar fácilmente todas las muecas que quieras, mientras él carece de principios y deberá fabricarlas, no en nombre de ningún principio sino por su propia cuenta.

Bajo la influencia de estos consejos la cara de Pylaszczkiewicz mejoró un tanto y pronto resplandeció por entero, pues, en verdad, los principios le daban el poder de poder siempre y con cualquier intensidad. Al ver eso Blogger y Flogger tomaron a Polilla aparte y le duplicaron que no se expusiera a un desastre seguro: -No te eches a perder a vos y a nosotros, mejor es rendirte enseguida, ¡él es mucho más muecador que vos! Polilla, finge que estás enfermo, desvanécete y te excusaremos después; todo se arreglará de cualquier modo.

Contestó sólo esto: -No puedo, ya están echados los dados. ¡Fuera! ¡Fuera! Lo que queréis es que yo sea cobarde. Echad a esos mirones. Que nadie mire, excepto los árbitros y el super-árbitro. Pero la cara se le alargó y dio muestras de un malestar pronunciado, lo que contrastaba tanto con la tranquila seguridad de Sifón que Pucho murmuró: ¡Pobre de él! Y muchos invadidos por el presentimiento de algo atroz se largaron callada y apresuradamente, cerrando con cuidado la puerta.

De pronto, en la clase vacía y cerrada, quedaron sólo siete personas, es decir, Pylaszczkiewicz y Polilla, Blogger, Flogger, Conejo, un tal Pyzo, segundo padrino de Sifón, y yo, en el medio, como juez supremo, enmudecido super-árbitro de los árbitros. Y sonó la irónica aunque preñada de amenazas voz de Conejo quien, algo pálido, leía en un papelito las condiciones del encuentro:

Los adversarios se colocarán cara a cara y se atacarán con sus caras espetándose una serie de muecas, de modo que, a cada constructiva y positiva mueca de Sifón, Polilla contestará con una contramueca destructiva y negativa en grado sumo. Las muecas más drásticas, personales, íntimas, entrañadas y privadas, más hirientes y demoledoras, deberán ser aplicadas sin ningún freno para lograr la decisión definitiva. 

Se calló. Sifón y Polilla ocuparon sus puestos; Sifón se frotó las mejillas, Polilla movió la mandíbula y Blogger expresó, castañeteando los dientes: ¡Podéis empezar! Y justamente cuando decía esto, que “podéis empezar”, justamente cuando decía que “había que empezar” la realidad sobrepasó definitivamente sus límites, lo insustancial culminó en pesadilla, la aventura de inverosímil aventura, se volvió sueño, dentro del cual, yo, atrapado, no podía moverme.



# 3

Sifón adelantaba su marote y disparaba la primer morisqueta, tan violentamente, que también mi rostro se contorsionó ¡como si fuese de gutapercha! Es decir: parpadeó como quien sale de la oscuridad a la luz, miró a diestra y siniestra, con piadoso asombro, empezó a revolver los ojos, los giró hacia arriba, los desorbitó, abrió la boca, lanzó un pequeño grito como si hubiese visto algo en el techo, adoptó una expresión de admiración, persistiendo en ella, actuó, encantado, inspirado; después puso su mano sobre su corazón y exhaló un suspiro.

Polilla se contrajo con toda su musculatura y lo golpeó desde abajo con la consiguiente, demoledora contramueca: también revolvió, también giró hacia arriba, también desorbitó en pleno goce de idiotez, también actuó y movía la facha así preparada hasta que una mosca se metió en su trompa: entonces se la comió.

Sifón no prestaba en absoluto atención a eso, como si la pantomima de Polilla fuera nula, pero estalló en llanto ardiente, piadoso y sollozante, llegando así al ápice de la humillación, de la revelación, de la revelación de la emoción. Polilla también estalló en llanto y sollozaba con abundancia hasta que una gota pendió de su nariz. Este osado blasfemo de lo más sagrados sentimientos hizo perder momentáneamente el equilibrio a Sifón: no aguantó, lo advirtió a pesar suyo e, irritado, al margen de los sollozos echó sobre el insolente una mirada pulverizadora. ¡Descuidado! ¡Polilla esperaba justamente eso! Cuando notó que había logrado atraer desde las alturas la mirada de Sifón, enseguida enseño los colmillos e hizo estallar su facha de modo tan abominable que aquél, herido en lo vivo, resopló. ¡Parecía que Polilla dominaba! Blogger y Flogger exhalaron un suspiro. ¡Prematuramente! ¡Lo exhalaron prematuramente!


 

# 4

Sifón, advirtiendo a tiempo el yerro de haberse infiltrado en el rostro de Polilla y que la irritación le hacía perder el dominio de su propia facha, efectuó con rapidez el retroceso, compuso sus facciones y de nuevo giró la mirada hacia arriba; además levantó ¡y por sorpresa alzó el dedo, indicando arriba! ¡El golpe era poderoso!

Polilla enseguida alzó el mismo dedo y escupió sobre él, se lo puso en la nariz, se rascaba con él, lo humillaba como podía, como sabía, se defendía atacando y atacaba defendiéndose, mas el dedo de Sifón, invencible, inalcanzable, permanecía siempre en las alturas. Y no causó ningún efecto que Polilla mordiera su dedo, se limpiara los dientes con él, se rascara el talón e hiciera todo lo humanamente posible para tornarle asqueroso -¡oh, desgracia; desgracia! – el dedo de Sifón, invicto, inconmovible, persistía dirigido hacia arriba sin ceder en lo más mínimo. La situación de Polilla se volvía terrible porque ya había gastado todas sus asquerosidades, más el dedo de Sifón siempre y siempre indicaba lo alto. ¡El espanto invadió a los árbitros y al super-árbitro!

-¡Victoria! –gritó Conejo.

Polilla se ofrecía terrible. Retrocedió hacia la pared gimiendo, echando baba por el hocico entre estertores convulsivos, agarró el dedo y lo tiraba… tiraba, tiraba, tiraba, tiraba, queriendo… ...arrastrarlo, arrancarlo de raíz y de aniquilar esa vinculación con Sifón; recobrar la independencia.
Polilla se ofrecía terrible. De
Retrocedió hacia la pared raíz
Polilla se ofrecía terrible. Aniquilar.
Agarró el dedo y lo tiraba
Polilla se ofrecía terrible.
Retrocedió hacia la pared
Agarró el dedo y lo tiraba
Tiraba, tiraba, tiraba
Tiraba, tiraba, tiraba
Tiraba, tiraba, tiraba
Tiraba, tiraba, tiraba
Tiraba, tiraba, tiraba



# 5


Polilla se ofrecía terrible. Retrocedió hacia la pared gimiendo, echando baba por el hocico entre estertores convulsivos como si bailara electrónica, agarró el dedo y lo tiraba, lo tiraba, queriendo arrastrarlo, arrancarlo de raíz, echar, aniquilar esa vinculación con Sifón, recobrar la independencia. ¡No podía, aunque tiraba con todas sus fuerzas, despreciando el dolor! Mas Sifón podía siempre, podía sin cesar, olímpicamente tranquilo, con el dedo hacia arriba. ¡Oh, qué horror! He aquí dos caricaturas frente a frente y entre ellas yo, el super-árbitro, aprisionado para siempre, prisionero del semblante ajeno, de la ajena mueca. Mi rostro cual un espejo de los rostros suyos, también se retorcía, el espanto, el asco, el pavor dejaba en él su estigma. Payaso entre dos payasos ¿cómo podía yo hacer algo que no fuera una payasada? Mi dedo, en el zapato, trágicamente secundaba a los dedos suyos y me crispaba… me crispaba… y sabía que me aniquilaba a mi mismo en mis crispaciones. ¡Nunca! ¡Nunca ya escaparé de este infierno! Nunca volveré a mi mismo ¡oh qué horror! ¡y qué silencio! Pues el silencio era por momentos absoluto, no, ningún ruido de armas. Únicamente: muecas y gestos.

De improviso rompió el silencio un grito espantoso de Polilla: - ¡A él! ¡A él! ¡A él!

¿Cómo? ¿Qué? ¿Todavía… algo? ¿Todavía algo más? ¿Acaso no bastaba ya? Polilla dejó el dedo, se arrojó sobre Sifón y le aplicó un sopapo de los más sopapeados. Blogger y Flogger se arrojaron sobre Conejo y Pyzo, respectivamente. Cayeron. Un montón de cuerpos sobre el suelo y por encima de ellos yo, inmóvil tal un super-árbitro.

En breves instantes Pyzo y Conejo estaban ya atados con sus propios tiradores; Polilla se sentó sobre Sifón y comenzó a jactarse descaradamente: - ¡Ah, mi adolescentucho inocente, tú!, ¿creías vencerme? El dedito arriba y todo arreglado- ¿no es cierto? ¡Ah, ah!… (Aquí abusó del más atroz vocabulario)